Es claro que la Villa de Artajona se sitúa en el Camino de la Vera Cruz de Caravaca, y por lo tanto era zona de paso de peregrinos. La Vera cruz de Caravaca se venera en aquel lugar desde el siglo XIII, por lo que es entonces cuando comienzan las peregrinaciones. Los peregrinos de Santiago de Compostela salían del camino de Santiago desde Puente La Reina para ir directamente a Artajona, y llegar a Caravaca. ¿Y por qué a la altura de Artajona? No sería más que una mera casualidad, sino fuera por el impresionante relicario gótico que se conserva en nuestro pueblo de la Vera Cruz. Este relicario, que data de 1561, alberga en su interior una cruz de madera engarzada en plata, con doble asta, esto es, siguiendo el modelo de Caravaca y de la cruz de Anjou, por lo que nos remite al tiempo de las primeras cruzadas. Tiene en sus extremos unos pequeños medallones con unas piedrecitas incrustadas, posiblemente del santo sepulcro. A su vez la cruz está engarzada en una pequeña laminilla interior de plata, que por los indicios que se ven en ella, posiblemente en origen cerraba completamente la reliquia, de forma que en antaño estaría en algún otro relicario que la ocultaba a la vista de los fieles, pero que después, en el siglo XVI por fomentar la devoción la ponen a la vista. Por sus dimensiones, es una pieza extraordinaria.
En los mandatos de Visita de 1632, se dice que se encontraba en la iglesia del Cerco, en una hornacina en la pared, con su pequeña reja y llave. Por su descripción, bien parece corresponder a la que actualmente se encuentra en el lado del evangelio, junto al retablo hoy dedicado a san Juan, pues el obispo manda ampliar dicha hornacina para dar mayor amplitud a un pequeño retablo que manda hacer para san Pedro Mártir, y aparte de no haber otra hornacina fuera del presbiterio y la de la pila bautismal, se nota que ésta se amplió. Lo que está claro es que la iglesia del Cerco, estaba abierta al culto permanente, y de ahí su gran enrejado; que de su culto constante se encargaban los canónigos de Toulouse, y que la Vera Cruz estaba en una hornacina especial, protegida por una reja, para que los peregrinos la pudieran venerar. No obstante, con frecuencia la sacaban los sacerdotes de su hornacina para exponerla y darla a venerar a los fieles.
Esto se consideró un abuso, por lo que en 1647, el visitador ordenará lo siguiente: “Item por quanto se nos ha hecho relación que en la Iglesica de San Cernin hay una Reliquia del Lignum Crucis y es justo que de ella se use con grande ostentación, y en los días más solemnes del año, deseando que con mayor veneración se continúe la devoción que de ella se tiene, prohibimos que la dicha reliquia del Lignum Crucis no se saque fuera sino es tan solamente los días de nublados rigurosos y los tres primeros días de la Pascua de Resurrección, Navidad del Señor, y Espíritu Santo, Nuestra Señora de Agosto y San Cernin. Y esto se entienda sacando la dicha Reliquia un sacerdote con su sobrepelliz y estola al puesto donde hubiere de estar sin que persona alguna se embarace a tocarla sino exclamado el tal sacerdote, se la diere a adorar, con lo cual cumplan los del cabildo pena de excomunión”.
El segundo dato importante, es su relación con la Virgen de Jerusalén y la leyenda del caballero Lasterra. En un legajo de 1731 ya se refiere a la tradición de haber traído dicha reliquia junto con la Virgen de Jerusalén el capitán Lasterra, en la primera cruzada (1099), y que un beneficiado en 1728 dijo que había visto un documento en Roma en el que se ratificaba tal tradición. Igualmente en otro legajo anterior a 1729, se describen las reliquias que se conservan, y entre ellas se cita al Lignum Crucis con la misma tradición. Por su parte, la Virgen de Jerusalén tiene un pequeño compartimento en el que según varios testimonios se conservaba en antaño tierra del Santo Sepulcro, y el legajo de la donación del rey Godofredo de Bullón a Saturnino Lasterra. De este legajo (que todavía existe), al igual que de la tierra, da noticia un documento que se remite a 1587. Sin embargo, en la parte trasera del Relicario, se encuentra la frase “Lignum Eli”, junto con la imagen de una Virgen con el Niño, cosa rara para un Lignum Crucis. Lo mismo ocurre en otro pequeño relicario de igual época, en forma de cruz, que está cerrado por todos los lados, pero que en ambas caras tiene grabada la misma forma arzobispal de cruz, y por una pone las iniciales del nombre de Jesús, y por la otra las de María. Todo ello hace suponer que al menos cuando se hace este relicario, ya se partía de la idea que estaba vinculado a la Virgen de Jerusalén, por lo que no sería extraño que la reliquia estuviera en origen dentro de la misma imagen, y que por lo tanto, la imagen en realidad fuera como decimos, una imagen-relicario del Lignum Crucis. Es también significativo, que en las pinturas que aparecen en la ermita, se traiga la imagen bajo palio rojo y vestida de rojo. Las normas litúrgicas prohibían llevar imágenes de la Virgen bajo palio, el cual era siempre blanco. Sin embargo, se toleraba emplear palio para las reliquias del Lignum Crucis, siempre que éste fuera de color rojo, para evitar confusión, pues el rojo es el color litúrgico de la santa Cruz. Si la Virgen era en realidad una imagen-relicario del Lignum Crucis, se entendería perfectamente tanto que viniese bajo palio rojo, como que sus vestidos fueran rojos. Todo esto da cierta veracidad a que tales reliquias (la tierra y el Lignum Crucis) hubieran sido traídas por algún peregrino desde Jerusalén, y que fueran donadas, ¿por qué no?, junto con una Virgen de montar, tal vez la suya propia, como exvoto agradecido de haber vuelto con vida, y con el fin de contener en su interior tan preciadas reliquias.
La leyenda nos dice que por ciertos hechos milagrosos, se decide construir una ermita en la que albergar la imagen de la Virgen. Es lógico pensar, que siendo canónigos de la santa cruz, permitiesen llevar de san Saturnino la imagen e incluso la tierra del santo sepulcro, pero extrajesen la reliquia del Lignum Crucis para que permaneciera en San Saturnino, y se le incrustaran algunas piedrecitas de las que había en la bolsita que contenía tierra del Santo Sepulcro. Explicaría esto el hecho de que sólo se hubiera sacado el Lignum Crucis y las piedrecitas, y se hubiera dejado en el interior el resto de la tierra del Santo Sepulcro. Explicaría también por qué el pergamino que contiene la imagen en su interior, en el que se indica que la imagen fue donada por Godofredo de Bouillón a Saturnino Lasterra, y que según los historiadores es una falsificación de principios del siglo XVI, no haga referencia al Lignum Crucis, sino a sólo la tierra del santo Sepulcro, pues ya para aquel entonces no estaba allí. La actual iglesia de san Saturnino fue construida en el siglo XIII, y teniendo en cuenta que la hornacina es contemporánea a la construcción, podríamos deducir que al menos desde mediados del siglo XIII se veneraba aquí el Lignum Crucis. El de Caravaca llegó en 1231, por lo que estamos hablando de fechas similares.
Pero, parémonos por unos instantes en este importante dato. Según los entendidos en arte, la imagen de la Virgen se remonta a la primera mitad del siglo XIII, siendo típica de los talleres de Limoges en Francia. Por otro lado, la iglesia vieja de san Saturnino, se construyó unos cien años antes y era mucho más pequeña. ¿Por qué en tan sólo 100 años se decide demoler la parroquia y hacer otra mucho mayor? Sin duda por un aumento de población y de recursos. ¿Sería descabellado pensar que tal vez ambas cosas fueran propiciadas por la llegada de tan singular reliquia? Dada la proximidad del camino de Santiago y la presencia del relicario de la Vera Cruz, no sería extraño que los peregrinos, atraídos por la noticia que en Puente la Reina habría de la llegada de tal reliquia, viniesen a Artajona a venerarla, y una vez aquí, los canónigos de la santa Cruz les animaran a emprender una peregrinación mayor hacia Caravaca, dando origen así al camino de la Vera Cruz.
Veamos cuál sería el trayecto: Los peregrinos llegarían desde Puente la Reina, pasando junto a la iglesia de san Miguel. Entrarían al Cerco por el portal de san Miguel, venerarían la reliquia del Lignun Crucis, saldrían por el portal de Remaúa hacia el arrabal, y pasando por el portal de Maiora continuarían por la calle de la cruz, fuente de los caños, y camino actual de la Vera Cruz que pasa cera de la antiquísima ermita de nuestra Señora de Zuría. Este sería el trayecto normal, y que además parece que podría venir refrendado por una curiosa tradición que tenía lugar el día de la santa Cruz de mayo: La cofradía de la Vera Cruz de Artajona, en sus constituciones de 1817, nos da noticia de la misma: “El tres de mayo sale la Procesión de san Saturnino y se lleva la Bandera y Cruz de esta cofradía y el Lignum Crucis con Palio hasta la puerta de Ochagavía y de allí a Nuestra Señora de la Blanca se lleva sin palio, y para la vuelta saca el ministro de la villa el dicho palio a la última casa del Pueblo por el camino que regresa la procesión, y se dirige a san Pedro donde en la capilla del Santo Cristo se canta una misa con Diácono y subdiácono por el Prior para todos los hermanos vivos y difuntos, y en seguida se sube a san Saturnino en la misma forma en que se salió”.
Actualmente se desconoce cuál es la puerta de Ochagavía, pero bien pudiera ser lo que llamamos el Portal de Maiora, pues está junto a la iglesia de san Pedro, y por lógica el palio se guardaría en ella. En este portal medieval, hay una puerta de medio punto que da a la iglesia, en cuya clave está grabada la misma cruz de doble asta, por lo que ese punto estaba vinculado de alguna manera con la singular reliquia. La procesión recorre el trayecto lógico de los peregrinos, pasando por la calle de la cruz hasta la ermita de Zuría, en la que curiosamente, según la tradición, estuvo la imagen de la Virgen de Jerusalén. A la vuelta, el texto nos dice que el ministro saca el palio a la primera casa del pueblo. Viniendo por el mismo camino, la primera casa del pueblo estaba justo junto al crucero, hoy desplazado de su posición original. En definitiva, la procesión de la Vera Cruz recorría el camino de los peregrinos.
Ahora fijémonos por unos instantes en lo que los peregrinos se encontraban a su vuelta: La ermita de Santa María de Zuría, donde estuvo la Virgen de Jerusalén, y por ende el Lignum Crucis, y desde donde se divisa perfectamente Artajona y su iglesia-fortaleza del Cerco, santuario de tan singular reliquia; la fuente medieval y la de los caños, donde recobrarían fuerzas y llenarían sus cantimploras; la cruz en el cruce del camino de Tafalla con el de Pamplona, junto a la gran posada, y como recibimiento y emblema del pueblo. Frente a ella la calle de la cruz que sube hacia el Cerco, y arriba a la vista de todos la iglesia del Cerco. Los peregrinos subirían la calle de la cruz y entrando por el portal de Maiora, visitarían la iglesia de san Pedro, pasarían de nuevo por el portal de Remaúa, iglesia de San Saturnino, portal de san Miguel, ermita de san Miguel, y llegarían a Puente la Reina de dónde salieron.
Con nuestro agradecimiento por estas notas a D. Fermín Macías, párroco de Artajona